La baja autoestima de Cora, una miembro del Avivamiento, la llevó a condiciones extremas . Conoce su historia a continuación.

Cora vivía con su esposo, quien la maltrataba psicológicamente diciéndole todo el tiempo que ella era bruta, fea e inservible, que siempre se estaba equivocando; aspectos indignantes que le llevaron a reclamarle a Dios con resentimiento “¿Por qué me hiciste así?”. Además, veía en sus hijos el impedimento para encontrar la felicidad.

Como sumergida en un profundo agujero oscuro donde el frío de la soledad penetra drásticamente en su alma, debilitada donde el silencio y la impotencia se apoderaban de ella con mayor intensidad, intentó acabar con su vida; pero Dios corrió a su pronto auxilio trayendo una ayuda inesperada.

Después, la rutina en su vida continuó y en una sola noche pasó algo tremendo. Ella padecía de vértigo, una enfermedad que no le permitía tener una vida normal; la soledad hasta ese momento era su mayor compañía, pues su esposo hacía años la había abandonado; ella estaba viendo televisión y pasando los canales vio la imagen de una mujer que le dijo: “ A ti mujer, que estás postrada en esa cama, ¡levántate!” – inmediatamente Cora sintió rechazo y dijo en voz alta: “esa señora es como loca” – sostuvo con voz tímida y apenada , pues se estaba refiriendo a la pastora María Patricia de Rodríguez.

A los pocos minutos se quiso levantar para ir al baño y cuando lo hizo, experimentó libertad, ya no estaba mareada, su cabeza no daba vueltas y ahora podía hacer cosas que antes su enfermedad no le permitía. Entonces comenzó a gritar: “¡Esa señora me sanó, esa señora me sanó!” – dijo. Corrió de nuevo al televisor y vio el nombre Centro Mundial de Avivamiento, anotó la dirección y se dirigió hasta allá.

Apresurada y con ganas de saber qué era lo que había en este lugar, llegó Cora al Avivamiento, donde fue recibida con amabilidad y mucho amor, ese amor que solo Dios sabe dar; ella ya empezaba a vivir lo que realmente era la restitución de Dios, algo genuino que marcó su vida y le dio una nueva oportunidad. Ahora entendía que Él era su esposo y que a pesar de cualquier situación no la iba a abandonar.

De ahí en adelante su vida cambió para siempre, ahora encontró una razón y es servirle al Señor hasta su último día de su vida y esto en agradecimiento por tantas bendiciones recibidas, restitución en su economía, sanidades y salvación para sus hijas.

Cada día se ha ido preparando en las escuelas de formación porque quiere ser un vaso frágil que Dios pueda llenar para bendecir a aquellas personas que estén pasando lo mismo que un día ella vivió, para traerlas a este lugar donde el fuego de Dios transforma vidas.