A los trece años Juan David dejó de estudiar por voluntad propia, se perdió en el mundo, y las drogas destruyeron su vida profundamente. Lo que no sabía era que Dios tenía un plan único para él.

A la mitad de su juventud fue internado en una correccional de menores, a los 17 años. Sus padres no estuvieron presentes con él y de allí el fruto de diferentes vacíos emocionales y personales que no lograba llenar con nada. Sin una esperanza fija para su vida, no le quedaba más que resignarse a seguir el camino que le tocaba, pero Dios empezó a obrar en su corazón de una manera inesperada.

En aquel internado habían personas que le compartieron del Señor, cada noche, antes de acostarse, los hacían orar, y de esta manera se fue creando un hábito que iba grabándose en su interior, pero al terminar el plazo de estar en ese lugar, cayó nuevamente; se sumergió más en el mundo de las drogas y empezó a robar. Una de esas veces, en las que estaba robando, casi le disparan, un amigo suyo vio como la bala le pasó por un lado, pero eso no lo detenía para seguir en esos pasos.

En uno de esos robos lo atraparon y pensó que lo iban a meter a la cárcel porque le había robado a una señora en la calle. Después de haber hecho el respectivo proceso con la policía llegó el esposo de la víctima, y cuando iban a legalizar la denuncia este hombre paró todo y le empezó a preguntar cosas a Juan David, dentro de ellas, le hizo una propuesta:

“Si no te denunciamos, prométeme que le vas a entregar tu vida al Señor, no queremos que te vaya mal en la vida”.

En el peor momento de la vida de Juan David, Dios llegó manifestando su amor y su misericordia; levantó su mirada al cielo y solo pudo darle gracias y decirle: Gracias Dios porque te acordaste de mí. Él no entendía nada, pero sabía que el plan del Señor se estaba haciendo realidad en su vida. Desde ese momento empezó una restauración con el Señor, y el hecho de entregarle su vida, lo transformó por completo; su manera de pensar, de vivir, de actuar, ahora es diferente y sabe que hoy se encuentra viviendo, literalmente, en la misericordia de Dios.

Actualmente Juan David se congrega en el Centro Mundial de Avivamiento y su vida es resplandeciente, sus padres ahora lo apoyan en todo lo que emprende y sabe que este testimonio de salvación puede contarlo con orgullo, sabiendo que Dios le ha dado una segunda oportunidad y no la va a desaprovechar. Ciertamente las drogas no pudieron con él y si hay alguien con una lucha o problema similar que esté leyendo este testimonio, recuerde que Dios puede darle una segunda oportunidad.