Nathalia Aldana es una joven nacida en el seno de una familia tradicional católica colombiana, donde sus papás pudieron brindarle cosas materiales, pero se olvidaron de esos pequeños momentos de amor y esparcimiento, lo cual la llevaron a una profunda depresión.

A sus 15 años empezó a probar de todo lo que el mundo le ofrece; empezó a ir a fiestas, a escuchar todo tipo de música, bebía, e incluso hasta intentó quitarse la vida cuatro veces. Su papá le pegó, en su desespero por hacerla reaccionar frente a lo que estaba pasando y uno de los factores que más la marcaron para no estar con Dios era la música; según Nathalia, cuando escuchaba las notas musicales del género Metal (rock) oía voces que le decían ‘sírveme’ y era algo con lo que ella no podía parar, parecía una adicción que iba creciendo cada día más. Era un total desorden lo que estaba viviendo, pero pronto iba a experimentar un vuelco definitivo, algo que Dios estaba preparando para llegar a ella y cautivar su corazón.

Tenía una hermana cristiana y un tío pastor, quienes sembraron la palabra en ella y en algún momento la invitaron a Avivamiento. Asistió un par de veces a la iglesia debido a que su lugar de residencia no era Bogotá, pero aún así, ella no quería nada con Dios. Un día, caminando por la calle, pasó por un lugar donde realizaban perforaciones en la piel y Nathalia quiso ponerse un *‘piercing’, * entró, y mientras le realizaban esa operación cuenta que sintió algo muy feo que entró en su corazón, se sintió atada de inmediato y supo que no era la misma persona, para mal. De repente empezó a recordar todas esas palabras que sus familiares cristianos un día le sembraron y aunque quería volver a los caminos de Dios, parecía casi imposible hacerlo ya que estaba sumergida en un mundo oscuro que no le dejaba ver la luz.

Sus padres pensaban que la habían perdido, las esperanzas se habían agotado y el pensar que una joven de 15 años ya no iba a volver a los caminos de Dios era totalmente desgarrante para los que la rodeaban. Fue entonces cuando la oración por ella se intensificó y poco a poco sus seres queridos empezaron a luchar e interceder por ella, no iban a desmayar, pues tenían claro que la batalla no era contra carne ni sangre sino contra demonios, potestades y huestes espirituales. Nathalia no lo sabía, pero a medida que sucedía eso en el mundo espiritual, ella empezaba a ver el fruto en el mundo terrenal.

Un día se levantó con un deseo enorme de asistir a la iglesia así que se alistó y salió a congregarse. Apenas llegó y entró a ese lugar sintió un soplo que la refrescó, se quitó el piercing y sentía cómo se iba deshaciendo de cadenas que la ataban, de un peso enorme que no la podía dejar en paz. Ese día marcó su historia definitivamente, pero incluso así sentía que le faltaba algo, no le bastaba con solamente recibir a Jesús en su corazón, el Espíritu Santo también tenía que entrar, así que le dio la bienvenida.

Para Nathalia, su vida no volvió a ser la misma. Después de todo lo que pasó pudo conocer el perdón de Dios, y entender que la salvación no es por obras sino por gracia y que Dios la ama a pesar de ella misma, a Él no le importó haberla encontrado en esa condición, simplemente la rescató, la limpió y le dio una nueva vida. Hoy es una mujer casada, pero que entendió que el amor del Padre es sincero y que Él no está para recibirnos con castigos, sino con sus brazos de amor extendidos para abrazarnos.