Si quieres ensanchar tu territorio y no encuentras una salida, si no sabes cómo avanzar, sólo debes levantar tus ojos al cielo y seguir 3 sencillos pasos que te estaremos dando a continuación.

Cuando Israel entró en la tierra prometida y Josué empezó a repartirla, a Caleb le es entregado el monte de Hebrón, una tierra de gigantes, con ciudades grandes y fortificadas: “Josué entonces le bendijo, y dio a Caleb hijo de Jefone a Hebrón por heredad” Jos. 14:13.

Pero si ahondamos un poco más en este acontecimiento, podremos darnos cuenta que Caleb dio 3 pasos, gracias a los cuales pudo obtener la mejor tierra por heredad:

1. Siguió a Jehová: Caleb mismo se lo dijo a Josué: “Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios” Josué 14:8. Y esto es lo que versículos más adelante registra la Biblia: “Por tanto, Hebrón vino a ser heredad de Caleb hijo de Jefone cenezeo, hasta hoy, por cuanto había seguido cumplidamente a Jehová Dios de Israel” Josué 14:14.

2. Le creyó al Señor: Aunque sus otros diez compañeros trajeron malas noticias e hicieron desfallecer el corazón del pueblo, Caleb hizo una declaración de fe: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos” Números 13:30, y cuando el pueblo comenzó a quejarse y a rebelarse contra Dios, nuevamente junto con Josué dijeron: “Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” Números 14:8-9.

3. Lo pidió: Caleb no se quedó pensándolo o deseándolo, sino que lo pidió y le recordó a Josué, la promesa que Moisés le había hecho: “Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y que hay ciudades grandes y fortificadas.” Josué 14:12a.

Cuando no tienes como ensanchar tu territorio, hay una salida. Mira hacia arriba, porque hacia arriba no hay límites. Cuando no encuentras como avanzar levanta tus ojos al cielo, y como Caleb, sigue fielmente a Dios, cree a Sus promesas y haz una oración temeraria, pide sin límites.

“Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra” Salmo 2:8.