Hace tres años, el Espíritu Santo usó una porción de la Escritura para afectarme profundamente:  “Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad”.  Mateo 9:1  

Quisiera pedirte que tengas en mente las dos últimas palabras de ese versículo:  Su ciudad, porque esas dos palabras hicieron tal impacto en mí que fue como si  hubiesen saltado del texto a mi corazón.  Es natural para mí llamar a Bogotá mi ciudad, porque allí nací. Pero lo que llamó mi atención es que Jesús no estaba yendo a Belén, que era su ciudad de nacimiento. Entonces pensé que podría referirse a la ciudad en la que creció, pero no, Él no estaba hablando de Nazaret, ¿y qué de la gran capital de Israel, Jerusalén? ¿Podría ser esta la que Jesús llamara su ciudad? La respuesta es no.

La que Él llamó su ciudad fue una pequeña ciudad de Israel, Capernaum.  En Marcos 2:1 leemos:    «Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa».

¿Alguna vez pensaste que Jesús tenía una casa? Por supuesto,  Él vivía en una casa, no vivía en una cueva ni dormía a la intemperie en los montes. Después de una ardua jornada de trabajo o varias semanas de campaña evangelista, Él volvía a su ciudad e iba a su casa. ¿Sabes cuál era su casa? La casa de Pedro. ¡Qué privilegio tan enorme para Pedro!

Si yo fuera Pedro no hubiera podido dormir. Quizás él y Jesús compartían la misma habitación. Imagínate mirando al Hijo de Dios allí dormido, contemplando al Autor de la Vida y pensando: “¡Él me creó! ¡Él hizo el cielo y la tierra, y aunque hay millones de habitantes en la tierra, yo tengo el privilegio de disfrutar de su presencia y puedo oírlo!”. Jesús llamó a Pedro, su amigo.

En esa casa el Maestro enseñó a los líderes de Israel  y a sus discípulos, allí sanó enfermos y predicó el Evangelio. ¡Los milagros más maravillosos registrados en la Biblia ocurrieron en Capernaum!

La Escritura nos dice claramente que la carne y el Espíritu son enemigos, así que te puedo asegurar que el enemigo del Espíritu Santo es la carne. Los deseos de la carne son los enemigos del Espíritu.  ¿Sabías que Dios no puede hacer muchas cosas en donde reina la carne? Hay una gran diferencia entre tenerlo a Él y no tenerlo. Tenerlo a Él en nuestra ciudad significa que hay sanidad, salvación, liberación de demonios y libertad de la ruina para nuestro pueblo.

Si lo buscas, si lo llamas, Él irá. Pero solamente se quedará en la casa de sus amigos. Léelo en la Biblia. Él fue a la casa de Abraham, Dios mismo fue a la casa de este hombre y comió allí, y no solo eso sino que Abraham fue llamado “amigo de Dios”. Puedes leerlo en Génesis. David llevó el Arca del Pacto porque era amigo de Dios. Pedro llevó a Jesús a su casa porque era amigo de Dios. Puedes leer en la Biblia que cuando Jesús iba a Jerusalén, no dormía allí sino que iba a reposar a Betania, a casa de Marta, María y Lázaro. Y leemos en el Evangelio que Jesús dijo que Lázaro era su amigo. Lo que quiero decirte es que el Espíritu Santo no va a cualquier casa, Él sólo va a la casa de sus amigos.

Pastor Ricardo Rodríguez