Esteban llegó al Centro Mundial de Avivamiento hace 7 años atado al alcohol, cigarrillo y poco tiempo después su vida y hogar fueron restaurados.

Buscando un refugio seguro dónde encontrar respuestas al cambio de su esposo, llegó Jenny al Centro Mundial de Avivamiento, invitada por su cuñada. Ella le pedía al Señor que cambiara un poquito a su esposo Esteban para que no bebiera alcohol diariamente sino cada ocho días, petición que en ese momento era grande para ella, sin imaginar que los pensamientos de Dios eran más grandes que los suyos.

Jenny comenzó a ver que en la iglesia miles de vidas eran transformadas, lo que la llevó a soñar por su imposible y así, paso a paso, fue creciendo su fe, hasta que un día decidió invitarlo a la iglesia. Esteban por su parte vino y comenzó a sentirse amado, sin imaginar que Dios ya estaba actuando en su vida.

Los días pasaban y el milagro no llegaba, pues según Jenny, su esposo consentía tomar y fumar, ya que él era una persona extremadamente tímida, callada y solo conseguía ser espontáneo y expresivo bajo los efectos del alcohol.

Fue así como cierto día Esteban se fue a tomar con sus amigos y estando en unas canchas de fútbol, con cigarrillo y cerveza en mano, comenzó a predicar de Jesús a quienes estaban presentes, cuando uno de ellos mirándole fijamente le dijo: “Oiga amigo, ¿acaso usted no es cristiano?” – Esteban con voz tímida le contestó que sí lo era. Fue entonces cuando su amigo le dijo: “si usted es cristiano ¿hace aquí tomado y fumando?”

Esteban se sintió paralizado, como si una espada hubiese atravesado su pecho, y no era para menos, estaba siendo confrontado por Dios en ese instante a través de quien menos lo hubiera imaginado.

“Solté la cerveza, salí corriendo y llegué a llorar a mi casa”, agregó Esteban.

En medio de sentimientos encontrados como tristeza, pesadumbre y avergonzado con su esposa e hijos, despertó Esteban al día siguiente, se metió de nuevo al baño y mirándose en un espejo le abrió su corazón a Dios:

“Señor perdóname, llevas tiempo hablándome de que eso está mal, yo he querido cambiar en mis fuerzas, pero cada día caigo más profundo, ven a mi vida, pero necesito que lo hagas ya porque no quiero más ésta vida así “, sostuvo.

Esteban no podía parar de llorar y con su cuerpo tembloroso se postró delante de Dios, al poco tiempo comenzó a sentir un gozo y una paz indescriptible. Cuenta que cuando el Señor le tocó, sintió que le fue quitado un velo que había en sus ojos y a partir de ahí, nunca más volvió a sentir deseos de beber ni fumar.

Jenny dice que desde ese día su esposo se convirtió en un hombre maravilloso, que ama al Señor más que a su propia vida, transformándose en un hombre alegre, espontáneo, ya no por el efecto del alcohol, sino por la gracia de Jesús.

Hoy en día, Esteban y su familia caminan en rectitud sirviéndole a aquel que les liberó, limpió y restauró en este poderoso Avivamiento.