Hay mandamientos que el Señor Jesús nos dio, que no podemos concebirlas con la mente natural y con la formación que tenemos, pero hay razones espirituales por las cuales el Señor los entregó y es para nuestro provecho, para nuestra protección.

Uno de estos estándares altos del Señor es el perdón. Esta no es una palabra fácil de entender y mucho menos lo es el vivir en esta dimensión, pero es necesario comprender que es un arma espiritual, contra la que Satanás no sabe pelear, él envía a través de alguien la ofensa, es un ataque diabólico para destruirte, pero si tú perdonas, él se queda sin fundamento para dañarte.

Cuando hay una ofensa, si no perdonamos, estamos dando lugar a cosas que pueden destruirnos. La mente y el cuerpo están estrechamente ligados, lo que sentimos en nuestras emociones o sentimientos nos afecta físicamente. Hay emociones que liberan hormonas que pueden generar o activar enfermedades en nuestro cuerpo, tales como hipertensión, enfermedades cardiovasculares, alergias, infecciones y todo el sistema inmunológico. La ansiedad empieza a producir el síntoma del colon irritable, migrañas, se activa el riesgo de contraer cáncer y enfermedades cardíacas.

La persona que es ofendida es doble víctima, porque Satanás envía el ataque y si se consiente el dolor, la amargura y el resentimiento, entonces, entra a trabajar afectando la salud y pero peor aún, si no reaccionas como Jesús enseña, vas a empezar a perder territorio que habías ganado y se detendrán las bendiciones que venían para tu vida; también podrás darte cuenta en muchas ocasiones que el ofensor prospera y avanza, mientras que el ofendido comienza a fracasar y a enfermar. Por eso el Señor dice que perdonemos a nuestros enemigos, bendigamos a los que nos persiguen y oremos por los que nos aborrecen (Mateo 5:38-48), porque al hacerlo, rompemos el poder de Satanás y la bendición que vendrá será muy grande. Contra eso Satanás no sabe qué hacer.

Satanás tentó al Señor en tres ocasiones en el desierto, pero guardó el último ataque para el final: Sus mejores amigos huyeron, Pedro lo negó y uno de los 12 lo traicionó, Su pueblo por el que Él había venido lo llevó a la cruz, lo escupió, lo abofeteó, lo maldijo, le puso una corona de espinas, lo azotó y lo clavó en la cruz, pero cuando estaba allí con todo el odio de Satanás sobre Él, Jesús dijo: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”. Es el arma más poderosa contra nuestro enemigo.

Nosotros podemos recibir esa ofensa, somatizarla en nuestro cuerpo hasta hacerla una enfermedad o podemos tomar esa ofensa y convertirla en una poderosa arma en las manos del Señor Jesucristo.

En Eclesiastés que es el libro de la sabiduría dice que todo tiene su tiempo debajo del sol, la vida tiene luto, tiene lágrimas, tiene dolor, tiene traición, tiene conquistas, tiene bendición, tiene victorias, tiene muchas cosas, y hay que aprender a disfrutar la vida como viene, pues detrás de todas esas cosas hay bendiciones a las que nosotros no les hemos dado lugar para que vengan a nosotros.

En Isaías 61 el Señor nos dice que Él mismo cambiará el manto de luto por uno de gozo, porque si escondes el luto, detrás de la televisión o los deportes para no mirar lo que está sucediendo alrededor, no entenderás lo que es la vida. El día es para reír y es para llorar. Vive y alégrate en la vida como viene.

La ofensa viene del que más amamos, de personas distantes y a veces de personas desconocidas, pero la que más duele es la del más cercano. Que un cercano te dañe, te deshonre, te traicione y te difame, es otra cosa.

Ahora, en este punto te preguntarás: ¿A quién debo perdonar?

Bueno pues la Biblia dice: “A todos los que nos ofenden”.

Mateo 6:12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

Tu misión debe ser sostenerte en tu decisión, entonces cuando venga todo eso nuevamente a tu corazón, dile al diablo: “Yo la lo perdoné”, sostente en esto, no bajes la guardia.

Tienes que enfrentar el dolor, no camuflarlo, somos humanos y nos duele, pero tenemos que enfrentarlo, porque si no vamos a ofender a los que amamos. Si tú no enfrentas la herida de tu alma, tu ofensa se va a convertir en una espada contra todo el que está junto a ti.

Ahora, debes perdonar como Dios lo hace; la Biblia dice en Jeremías 3:34 *“dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”. *Dios lo que está diciendo en este pasaje, no es que olvidó nuestras ofensas, sino que no nos hará memoria de ellas, no nos las va a estar recordando. Si lo recuerdas como una acusación no fue Dios, sino el diablo que es el acusador de los hermanos.

Debemos perdonar como Dios lo hace, no es que ya no nos vayamos a acordar de la ofensa, sino que no la vamos a sacar en cara, no se la vamos a recordar a la persona que nos ofendió, no hacerle memoria de su ofensa.

Debes abrir tu corazón delante de Dios y decirle que es lo que sientes, donde te duele y pedirle que Él lo sane, y debes trabajar en tu corazón, entendiendo que el perdón es un arma para defenderte a ti mismo.

Y finalmente, debes empezar a ver lo bueno de la ofensa:

  • Te acerca a Dios
  • Te enseña a confiar en Dios como tu justicia

La única forma es ser valientes y enfrentar con perdón. La raíz de amargura hay que sacarla de la casa, arrancarla así duela, porque ese es el perdón de la Biblia.

El perdón es un mandamiento, tú obedeces y tu alma herida la pones en las manos de Dios.

¿Cuál es la meta?

  • Estar dispuesto a amar de nuevo.
  • Perdonar de todo corazón.
  • Cerrar la puerta a Satanás.