Clara y Juan Carlos Monroy llegaron al Centro Mundial de Avivamiento con una vida destrozada y aunque se acercaron en diferentes tiempos, El Señor les salvó, les restituyó y los unió haciéndolos en ejemplo como familia.

Cargando un peso por años y en total estado de indefensión, llegó Clara al Centro Mundial de Avivamiento, pues su esposo la había abandonado con dos niños uno de 4 y otro de 7; fue entonces cuando un día cualquiera decidió aceptar la invitación de venir a la iglesia como última alternativa para desfogar un poco el dolor que llevaba dentro.

Desde el primer instante que llegó a la iglesia no podía para de llorar, allí postrada y con su cabeza en tierra, desahogó el dolor de haber vivido tragedias, desolación, falta de amor, temor y una lista larga sin mencionar que no alcanzaría el tiempo para registrar en un solo escrito.

“Fueron instantes únicos donde sentí el amor de un ser real, ¿sería acaso Dios?” agregó Clara, refiriéndose a ese toque celestial que cambió su vida en una noche de viernes.

Bastó solo un instante para ser inundada de su amor, y poco a poco ese vacío que le había acompañado desde sus cinco años de edad por haber perdido a su mamá, comenzaba a disiparse de manera automática. Clara sostuvo que nunca había experimentado algo igual, Dios estaba ahí con ella, consolándola y diciéndole que él haría esa labor de madre, dándole todos esos abrazos que por tantos años había dejado de recibir.

Fue así como en 6 meses el Señor comenzó una transformación tanto en la parte física como espiritual en la vida de Clara. Su mirada ahora reflejaba la ilusión de un nuevo amanecer y la esperanza de que lo inesperado vendría.

Comenzó a preparase para servir en la iglesia y años después comenzó a pedirle al Señor un esposo que la amara a ella y a sus hijitos y fue así cuando cierto día le vio pasar, era un hombre apuesto tal y como ella lo había soñado.

A los pocos días los presentaron, se conocieron más y finalmente se casaron.

Juan Pablo había llegado en circunstancias similares a las de su esposa Clara al Avivamiento, con una historia marcada por el adulterio, depresión, intentos suicidas, donde la última vez los médicos no le habían dado esperanza de vida.

Este tipo de sucesos desencadenaron un deseo inmenso en Juan Carlos por buscar un auxilio que cambiara su historia. Fue así como llegó a este lugar para encontrarse con el especialista en atender personas desesperanzadas que necesitan un cuidado intensivo espiritual y como siempre el médico de médicos lo estaba esperando con regalos en el Centro Mundial de Avivamiento.

Al igual que Clara desde que llegó a la iglesia no paró de llorar y a partir de ese día, renació para dejar atrás su desolación.

De esta manera Dios unió dos personas que venían de vidas similares y como fruto de restauración a su familia les dio un hijo llamado Samuel, quien vino a completar la felicidad de un hogar que ha sido ejemplo para otras familias de la iglesia.