En la antigüedad había gigantes en la tierra. Y tal vez hoy te preguntarás: ¿Por qué están esos gigantes ahí? La respuesta quizás no es la que esperas, pero te va a sorprender. Dios permitió que esos gigantes estuvieran ahí por ti y por mí.
En muchos momentos de nuestra vida, nos encontramos cara a cara con situaciones realmente complicadas, desafíos o conquistas que debemos enfrentar y que son verdaderos gigantes imposibles de derribar. Y así como en la antigüedad fueron derrotados, Dios va a derribar todos nuetros gigantes. Por eso hay 4 principios que debes saber a la hora de enfrentarlos:
- Él oye tu clamor.- Aún cuando veas todo oscuro y pareciera que tus oraciones no son escuchadas, tienes que saber que el oído de Dios está atento a tu clamor. Recuerda lo que dice 1 de Pedro 3:12a Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones.
- Él va a mostrarte a ti y a las naciones que hay Dios en medio de Su pueblo.- Al derribar a tus gigantes, Dios va a mostrar Su poder a favor tuyo y no solo lo sabrás tú, sino que será evidente a las personas a tu alrededor. Esta poderosa promesa la encuentras en Joel 2:27 “Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”.
- Él no libra con espada, ni jabalina.- Nuestro Dios usa armas no convencionales para derribar a tus gigantes. Tu fe, la declaración profética, el ayuno, la oración de acuerdo, el pacto y la ofrenda, son algunas de esas armas con las que Dios va a entregar a todos tus gigantes en tus manos. Recuerda lo que dice en Zacarías 4:6 “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
- De Él es la batalla.- Como Dios le dijo a Josafat y al pueblo de Judá y Jerusalén, en 2 de Crónicas 20:15b “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios”. Eso es lo que tienes que saber, que el que va a derribar a esos gigantes no eres tú, Dios lo va a hacer.
Por último, recuerda que no importa qué tan indefenso te sientas, pues David era sólo un niño cuando enfrentó a Goliat, Moisés era un anciano y Dios lo usó para liberar a Israel de 400 años de esclavitud, así que no es tuya la guerra sino de Dios. Lo único que debes hacer es decirle al Señor: Voy a confiar en ti.