Hay momentos en los que el alma se siente vacía, el corazón cansado y las fuerzas parecen agotarse. Pero justo ahí, cuando creo que ya no puedo más, he aprendido que Dios siempre tiene algo preparado: el mejor perfume, ese aceite fresco del Espíritu Santo que me renueva, me sana y vuelve a encender lo que parecía apagado.
El salmista lo expresó así: “Pero tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; seré ungido con aceite fresco” (Salmo 92:10). En otra versión dice: “Me has dado las fuerzas de un toro; me has ungido con el mejor perfume”. Esa es la promesa que el Señor me ha recordado una y otra vez: Él no me deja avanzar con aceite viejo, sino que me unge con algo nuevo, con una unción fresca que trae fuerzas, gozo y dirección.
Hoy quiero compartir contigo 4 llaves que me han ayudado a recibir de parte de Dios, ese mejor perfume para mi vida:
1. Un cambio de aceite espiritual: He entendido que la unción del Espíritu Santo es como el aceite en un motor: con el tiempo se gasta y necesita renovarse. No puedo vivir del recuerdo de lo que un día Dios hizo; necesito que Él me llene nuevamente. Cada vez que me acerco a su presencia y dejo que su Espíritu me toque, siento cómo me renueva desde adentro, me da nueva visión, nuevo fuego y nuevo propósito.
David fue ungido tres veces: como pastor, como rey de Judá y como rey de Israel. Cada vez que fue ungido, Dios lo llevó a un nivel diferente. Así también nosotros necesitamos que Él nos unja una y otra vez, porque lo que nos alcanzó ayer no basta para lo que viene mañana.
2. El mejor perfume se recibe en adoración: Cuando adoramos, el aceite fresco comienza a fluir. En medio de la alabanza, cuando dejamos dejo de mirar nuestros problemas y empezamos a mirar al Señor, algo sucede dentro de nosotros: el cansancio se va, la fe se enciende y el alma se llena de vida.
La adoración no es solo cantar, es abrir el corazón y dejar que el Espíritu Santo nos inunde con Su fragancia, hasta que todo dentro de nosotros vuelva a respirar esperanza.
3. Dios unge los vasos vacíos: Debes saber que Dios no puede llenar un vaso lleno. Si tu mente está ocupada con preocupaciones, con redes sociales y todo lo que el mundo ofrece, o bien, el corazón con quejas, no hay espacio para el aceite nuevo. Por eso cada día le digo: “Señor, vacíame de mí mismo, de mis planes, de mi orgullo. Quiero ser un vaso vacío para que Tú me llenes de Tu presencia”.
Ahí, en ese momento de rendición, el mejor perfume comienza a descender. No sobre los fuertes, sino sobre los que reconocemos que sin Él no podemos nada.
4. Rendición es la clave: El Espíritu Santo ya habita en nosotros, pero su obrar crece cuando nos rendimos completamente.
Cuanto más me quito del camino, más se manifiesta Su gloria. Cuanto más lo adoro, más me perfuma con Su presencia. Ese perfume no solo me transforma a mí: cambia la atmósfera a mi alrededor, toca a otros, sana corazones, rompe cadenas y trae vida donde antes había dolor.
Si hoy quieres que Él sople una vez más sobre ti, dile: “Señor, dame tu mejor perfume. Renuévame con tu aceite fresco. Aumenta mis fuerzas como las del búfalo y hazme vivir de nuevo en tu presencia”.
Recuerda: ¡El mejor perfume está en su presencia!
Ahí es donde tus fuerzas vuelven, donde tu espíritu se levanta y donde el alma vuelve a arder por Él.