Dios sabe dar cosas sorprendentes a los que se lo pidan, como es el caso del pueblo de Israel quienes en medio del desierto tenían sed y seguramente anhelaban un oasis para beber agua, pero humanamente no iba a alcanzar para millones de ellos, sin embargo, Dios los sorprendió y les mandó de la roca un río de agua para saciar a millones.

Muchos no reciben la bendición porque son desobedientes, obstinados, duros de cerviz, tercos, impacientes como es el caso de Saúl, a quien el profeta Samuel le había dicho que lo esperara para hacer el sacrificio, éste no aguantó y desobedeció.

“Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba. Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto”. 1 de Samuel 13:8-9

Dios quiere bendecirte, Él quiere salvarte, sanarte, restaurarte, cuidarte, protegerte para que veas caer milagros del cielo tal y como los Israelitas vieron llover pan del cielo; a veces tus peticiones son tan pequeñitas que crees que Dios no puede, pero la buena noticia es que Él anhela saciarte.

Dios no está manco, Él te manda a que abras tu boca y pidas, porque ni su mano ni oído se ha cortado. Isaías cap. 59:1 dice:

“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; 2 pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”. Isaías 59:1-2

Dios es eterno, Él quiere que le escuchemos, que le sigamos, que caminemos seguros de su mano entendiendo que para Él nada es imposible, a pesar de que la noche sea larga y oscura, debemos entender que Dios está ahí, sus ojos no se adormecen, Él nos cuida y no en vano corremos la cerrera. Vamos a ir en pos de Jesús sin desviarnos de su camino y creyendo que para Él no hay nada imposible.