En un mundo donde la inmediatez y la rapidez son el pan diario, a menudo te encuentras impaciente ante las pruebas y tribulaciones que la vida te presenta. Sin embargo, en medio de tus ansiedades y afanes, la Palabra de Dios te recuerda una verdad reconfortante: ¡Cristo nunca llega tarde!
En Lamentaciones 3:25 leemos: "Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová". Esta enseñanza te invita a confiar en Dios y esperar en Él, incluso cuando las circunstancias parecen desafiantes.
La paz de Cristo es una realidad que trasciende tu entendimiento. A pesar de las pruebas y tribulaciones, esta paz te sostiene y te fortalece. Dios está presente en medio de tus dificultades, extendiéndote Su mano y acompañándote en cada paso del camino.
A menudo, te cuesta esperar en Dios. Vives en una sociedad acostumbrada a la instantaneidad, donde todo se obtiene con solo un clic. Pero tu Dios no opera según tus tiempos. Él tiene un plan perfecto para ti y no se apresura, porque Su tiempo es perfecto.
Cuando enfrentas pruebas, Dios quiere enseñarte valiosas lecciones. Quiere glorificarse en tu vida, hacer milagros sorprendentes y revelarte el orgullo que hay en tu corazón. Pero, ¿confías realmente en Él? ¿O buscas soluciones rápidas y te desesperas cuando las cosas no suceden según tu plan?
Dios nunca llega tarde. A través de diversas historias bíblicas, ves cómo Él obra en el momento preciso, revelando Su poder y amor incondicional. Desde la resurrección de Lázaro hasta el encuentro con la samaritana, cada relato te recuerda que Dios tiene un propósito divino en cada situación.
Así como Sadrac, Mesac y Abed-Negó fueron protegidos en el horno de fuego, también puedes confiar en la presencia constante de Dios en tu vida. Él te lleva a través de las pruebas, fortaleciéndote y mostrándote Su gloria.
Por tanto, en medio de las dificultades, no corras ni te desesperes. Espera en Dios con confianza, sabiendo que Él está buscando una ocasión para bendecirte abundantemente. Recuerda siempre: ¡Cristo nunca llega tarde!