Tu historia...
Quizás hoy te sientes roto. Tal vez estás cansado y no entiendes por qué atraviesas tantas pruebas. Pero quiero recordarte algo: estás en las manos del Alfarero. Y en esas manos, nada de lo que te pasa es casualidad.
Como la arcilla en las manos del alfarero, Dios te está moldeando. Él no te desecha cuando ve grietas; al contrario, las usa para crear un vaso nuevo, más fuerte, más hermoso y con un propósito mayor del que imaginas.
Formas inesperadas
Hay momentos en los que Dios trabaja de maneras que no encajan en tu lógica. Mira la historia de Elías: perseguido, con su vida en riesgo, y sin embargo, Dios lo alimentó a través de cuervos y de una viuda que apenas tenía para sobrevivir. ¿Te imaginas? Una situación que podría parecer humillante se convirtió en una oportunidad para ver un milagro. Así es contigo: Él no solo cuida de ti, sino que también usa lo que menos esperas para sostenerte y mostrarte que siempre tiene un plan.
El entrenamiento
David fue ungido como rey, pero antes de sentarse en el trono tuvo que pasar por angustias, persecuciones y batallas. Pedro fue llamado para ser un pilar en la iglesia, pero primero vivió fracasos, miedo y momentos de debilidad. ¿Y tú? Lo que hoy enfrentas puede ser parte del entrenamiento para algo mucho más grande. No es castigo; es preparación.
Es parte del plan
Jesús no vio a Pedro por sus errores, sino por lo que llegaría a ser. Así también te mira a ti. En sus manos, tus errores no son el final, sino el comienzo de una nueva etapa. A veces será necesario romper lo viejo para crear algo totalmente nuevo. Y aunque duela, esa es la señal de que Dios está obrando.
La Palabra que transforma
No subestimes lo que Dios te dice a través de su Palabra. Ella es viva, transforma corazones de piedra en corazones de carne, te da discernimiento para diferenciar tus deseos de su voluntad y enciende tu fe cuando piensas que ya no puedes más.
Tu dolor tiene aroma
El quebranto puede sacar lo mejor de ti, como la mirra que libera su fragancia solo cuando es presionada. Dios no solo repara tus piezas, sino que crea un vaso nuevo con ellas, uno que pueda contener más de su gloria, de su amor y de su propósito.
Agradece en medio del proceso
Tal vez no lo veas ahora, pero cada prueba que vives es señal de que Dios te ama lo suficiente como para no dejarte igual. Hay un fuego nuevo que Él quiere encender en tu corazón. Y aunque el proceso no siempre sea cómodo, el resultado será tan grande que mirarás atrás y entenderás que valió la pena estar en sus manos.
Así que hoy, levanta tus manos, agradece y descansa. Porque mientras estés en las manos del Alfarero, tus pedazos no son tu final… son el inicio de algo glorioso.