Judas era uno de los doce apóstoles, pero ojo, porque Judas era un nombre muy común en aquella época, casi todo el mundo se llamaba así, al punto que había otro Judas dentro de los discípulos e incluso un hermano de Jesús, también se llamaba Judas.

Hoy estamos hablando de Judas, el traicionero, el más falso que una moneda de cuero, ese es Judas Iscariote, el tesorero del grupo, quien aprovechaba esto para sacar su tajada. También, podríamos decir que fue aquel que jugó ahorcado y al final perdió.

Judas Iscariote era de tal confianza para Jesús, que era el tesorero del grupo, es decir, que era él quien administraba las finanzas del ministerio. Tal como lo vemos en Juan 13:29:

“Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres.

Judas era quien estaba encargado de la bolsa de las ofrendas, es decir, el dinero; sin embargo, la Biblia nos muestra qué había realmente en su corazón, pues en Juan 12: 3-6 vemos como María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; a lo que Judas reaccionó diciendo que en lugar de haber hecho eso, María debió haber vendido el perfume y el dinero haberlo dado a los pobres. Pero él no lo decía porque realmente le importaran los pobres, sino porque era un ladrón, ya que sustraía dinero de la bolsa, o en otras palabras, se robaba el dinero que era para el ministerio.

Parecería increíble que un hombre de tal calaña hubiera sido escogido como apóstol, acaso ¿Jesús no sabía lo que había en su corazón? La respuesta es muy sencilla; Jesús sabía quien era Judas, tanto lo bueno, como lo malo, pero la diferencia radicaba en que el Señor sabía que era posible que se arrepintiera, naciera de nuevo, y al igual que los demás discípulos, sirvieran hasta el final de sus días expandiendo el Evangelio. En otras palabras, no es que Dios escogió a Judas para que hiciera lo malo y punto, Judas siempre tuvo la posibilidad de escoger el bien sobre el mal. Dios nunca escogió hombres perfectos, simplemente eligió hombres que Él sabría que se rendirían y en el cual, Él podría mostrar su gloria.

Exacto, cuando cualquier persona se acerca a Dios, no significa que automáticamente sus defectos van a desaparecer, por el contrario, debido a la luz del Señor, pueda que sean más evidentes, todo esto con el objetivo de que día a día trabajemos de la mano del Espíritu Santo para ser limpiados y transformados a la imagen de Jesús, Dios no nos va a obligar, depende de nosotros rendirnos y dejar que Él haga su obra en nosotros. Teniendo en cuenta lo anterior, ya vimos que había un pecado oculto en Judas, tal vez “pequeño” o no lo suficientemente grave en ese momento para que fuera descubierto, pero que al final lo llevaría a pasar a la historia como EL TRAIDOR.

Así es, si vemos en Juan 13:21-30 Jesús mismo les anuncia a los discípulos, que uno de ellos lo iba a entregar, a lo que Juan le pregunta quien sería. Jesús, por su parte, mojó un bocado y le respondió que a quien se lo diera, sería el traidor. Judas lo comió y dice la Biblia, que Satanás entró en él. Sin embargo, aquí podemos ver que antes de estar en la cena, ya Judas se había acercado a los sumos sacerdotes para negociar la entrega del Señor, en Mateo 26:15-16 dice: “Y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle”, es decir, que de un “simple robo”, la avaricia y codicia de Judas había escalado en su corazón, al punto de haber sido capaz de entregar al maestro.

Cuando lo hizo, Judas al instante, sabía que había cometido un error e intentó resarcir su error, pues, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? !!Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. Pero ya no había nada que hacer, era demasiado tarde y Jesús iba a ser crucificado, sin embargo, no era tarde para su alma, pues si él como Pedro, se hubiera arrepentido, la historia sería muy distinta.

Judas besó a Jesús, pero definitivamente no lo amó pues tenía en su corazón avaricia y codicia, las cuales creyó que no eran tan importantes ni notables, por eso nunca intentó cambiar a pesar que constantemente la gloria de Dios se movía a su alrededor y Jesús mismo era su maestro. Al final, en un momento reaccionó e intentó resarcir el daño, pero ya era demasiado tarde, lo único que podía hacer era aceptar las consecuencias de sus actos y arrepentirse de todo corazón, pero infortunadamente, escogió el camino aparentemente fácil. Recordemos que no solo Judas falló, pues Pedro también negó al Señor pero la diferencia radicó en que Pedro se arrepintió y perseveró al punto de que Jesús lo restauró, y también cada uno de los discípulos lo hicieron y pasaron a la historia como los hombres que expandieron el Evangelio hasta lo último de la tierra.

Por lo tanto, la historia de Judas nos enseña en todo tiempo acercarnos a Dios con sinceridad, poner nuestros defectos delante del Espíritu Santo, y pensar en que si bien Judas fue un traidor, cada uno de nosotros tiene su guardado, es decir, cada uno tiene que morir todos los días al YO, así que presentemonos delante del Señor, estando dispuestos a que Él nos limpie, pues recordemos que Dios limpia a aquel que da fruto, para que de aún más fruto.

-          Pastora Ana María Rodríguez