Como un campo reverdecido donde las ramas han despertado, los almendros reverdecido, la iglesia recibió a miles de personas el viernes 4 de febrero, donde hubo en encuentro para nunca olvidar.

Y no era para menos, la pastora Ana María trajo una palabra recordándonos el ejemplo que un nazareno nos dejó dándolo todo en la cruz, rompiendo el velo que nos impedía acercarnos para disfrutar del amor y la gracia de papá.

Con su dulce y apacible voz, llena de poder y muy convincente, la pastora Ana María, habló a aquellas personas que se experimentan aflicciones como lo son el llanto, dolor, sufrimiento, pruebas, maldad, tristeza, desilusiones, para animarles a aferrarse a esa roca inamovible que, aunque vengan las tormentas y los fuertes vientos no les derrumbaría, porque esa roca que es Cristo es inmovible.

“Jesús soportó el dolor con gozo porque sabía que la victoria ya estaba asegurada, no te desanimes, no decaigas, persevera porque esto te traerá entereza y te ayudará a mantenerte con fuerza a afrontar el sufrimiento con un carácter hermoso, amoroso, misericordioso, humilde y paciente como lo hizo Jesús” él lo dio todo para darnos su gracia, una gracia inmerecida, pero que es un regalo de reconciliación con Dios, añadió.

Aquella noche El Señor Jesús descendió en el lugar, él estaba allí tocando su pueblo, las lágrimas caían por las mejillas de cientos de personas cansadas, afligidas, fatigadas, ansiosas y a su vez les revelaba esa gracia que, aunque inmerecida, él había pagado por ese regalo que muchos no se atrevían a destapar, pero que ahora al descubrir esa verdad que les estaba siendo develada les permitiría cruzar a un nuevo territorio lleno de promesas largamente esperada para muchos.

La pastora Ana María dijo que los seres humanos esperamos en las personas, en el estudio, en el dinero y al final esas personas nos defraudan, el dinero se acaba, y se terminan las esperanzas, en tanto que, en Jesús está la fuente de todo, porque él venció la aflicción, la angustia y la enfermedad.

Mientras ella decía estas palabras, pareciera que Jesús se pasaba por las filas diciéndole a las personas anímense “yo he vencido al mundo”.