Muchos fuegos se encienden en el corazón de los hijos de Dios, en reuniones donde está Su gloria, en tiempos de adoración o un sermón ungido que toca nuestras vidas, pero pocos mantienen ese fuego encendido, y lo dejan apagar; a menos que entiendan la comunión con el Espíritu Santo.

Debe ser quitado el velo, para entender, es una revelación saber que el Espíritu Santo es una persona, y que puedes hablarle a Él, tener comunión y amistad con Él. Por eso, hoy traemos 4 sencillos pasos, que hacen parte de la "Lectio divina" introducida en el siglo V por Juan Casiano, y que tú puedes poner en práctica durante tu tiempo devocional:

1. Lectio: Es el valor por la palabra de Dios, por la Biblia. Jesús dijo que el Espíritu Santo nos enseñaría todas las cosas, y ahí comienza la amistad con el Espíritu Santo, ponernos a los pies de Él y decirle: “Señor, dime lo que tengas que decirme, enséñame, lo que tenga que corregir lo voy a hacer”, buscar el consejo de Dios en la Palabra. En ella encontrarás la vida eterna, en ella encontrarás los cheques de Dios para tu vida, en ella encontrarás las promesas de Dios para tu caminar diario, no es una palabra que te informa, sino que te transforma cuando estás en la presencia del Espíritu Santo.

2. Meditatio: Esa meditación no es yoga, porque ahí te enseñan que debes tener la mente en blanco, pero en Cristo, la Palabra de Dios mora en abundancia en tu corazón, la mente no va a estar en blanco cuando estás en “Meditatio”, cuando estás meditando en la Palabra usas tu mente, tus emociones y tu voluntad.

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” Josué 1:8.

Cuando tú lees la palabra y meditas en esa palabra, ella misma te induce a la oración.

3. Oratio: Cuando tú, por la palabra te arrepientes de lo que has hecho, como David: “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.” Sal. 51:2-3. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu” Sal. 51:10-11.

Recuerdas las promesas y mientras oras las reclamas, peleas por la bendición: “E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: !!Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió” 1 Crónicas 4:10.

4. Contemplatio: Hay tiempo para hablar, pero hay un tiempo para callar, para hacer silencio delante de Dios. En la meditación tú susurras la palabra de Dios, pero en la contemplación estás atento a Él, atento a ver que dice el Espíritu de Dios a tu vida, tu misión ahí, es encontrarlo a Él, que se acerque a ti. Allí el Espíritu te revela lo que Dios ha dicho, ahí somos enseñados del Espíritu al espíritu. El Espíritu Santo te ayuda a llevar tu oración, porque tú no sabes pedir lo que conviene, pero Él intercede por nosotros con gemidos indecibles, eso es lo que se llama, la comunión con el Espíritu Santo.

Cuando tú estás ahí, en la lectio divina, leyendo la palabra de Dios, quizá de rodillas, postrado o sentado, meditando en esa palabra, contemplando la gloria de Dios en silencio. Cuando tú sales, el aroma del Espíritu Santo se impregna en tus vestidos, ¡ahora hueles a Dios!