Hablando a grandes rasgos de David, él era un tipo guapo, hay que aceptarlo, conquistaba mujeres por doquier, en otras palabras, era un galán. Era el más pequeño de la casa, al que todos menospreciaban, y la verdad es que por él nadie daba ni un centavo. En resumen, era un don nadie, sin embargo, esto no sería toda su vida así…
David nació y creció en Belén, en la época en la que Israel había desechado a Dios y abrazado la monarquía a través de su primer rey; Saúl. El Rey Saúl fue ungido y escogido por Samuel para reinar atendiendo a la petición del pueblo de ser como las otras naciones (1 Samuel 8-5). Cuando David era muchacho, el pueblo de Israel libraba guerras en contra de los pueblos vecinos, especialmente con los amonitas y filisteos, quienes oprimían a los israelitas. La llegada de David es la respuesta a la desobediencia de Saúl, es decir, que Jehová al arrepentirse de haber escogido al primer rey, se levanta para si un hombre conforme a Su corazón.
Tiempo después, los filisteos se levantaron de nuevo en guerra contra Israel y David, quien siendo tan solo un jovencito, mata a Goliat con una honda y cinco piedras, esto generó que las mujeres del pueblo cantaran: “Saúl mató a sus miles, David a sus diez miles”, generando celos de Saúl quien intentó matarlo multiples veces.
Es común que cuando hablamos de David, se mencione que fue puesto en lugar de Saúl, pero si analizamos un poco a estos dos hombres bajo lupa, surge la pregunta ¿realmente era David mejor que Saúl? Y la respuesta es no, aparentemente, pues si comparamos ambas historias, David asesinó, adulteró y por causa de él murieron miles de personas, cuando censó al pueblo. En contraparte, Saúl “solamente” desobedeció, sin embargo, dicha desobediencia en su corazón era la muestra que a diferencia de David, le importaba más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Como mencionamos antes, la mayor crisis de David fue haber pecado con Betsabé, la esposa de Urias heteo, puesto que además de no haber sido entendido en los tiempos y haberse quedado en un momento crucial en el palacio, haber codiciado a una mujer desnuda, haberla tomado y haber matado a su marido le trajo funestas consecuencias, tanto espirituales como naturales. A pesar de que David pensó que por su posición nadie iba a conocer su pecado, el profeta Natán lo confronta y le dice lo que ha de venir, David se arrepiente y se vuelve a Dios, no obstante, afronta las consecuencias de su pecado: el niño fruto de dicho adulterio, muere al nacer y esto trae gran aflicción al rey.
Y aunque esta historia la hemos leído un montón de veces, debemos analizarla con sumo cuidado, pues la gravedad del pecado de David no solo recaía en el adulterio, sino en la injusticia. De hecho, Urias, el esposo de Betsabé fue más honorable que el mismo rey, al escoger mantenerse alerta y no ir a casa a acostarse con su mujer, como David pretendía que hiciera para engañarlo.
Dios había visto lo que había ocurrido, y sin importar que David fuera el rey de Israel, envió al profeta Natán, quien primero le contó una historia en la que un hombre muy poderoso había robado la corderita de un hombre humilde, a tal punto que David se enojó, a lo que Natán le responde: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. (2 Samuel 12:7-8)
Así es, y después de esto, a causa del pecado cometido, no solo David sino toda su familia se vio afectada puesto que su casa se dividió, de acuerdo con la profecía del profeta Natán a David, Absalón ganó popularidad con el pueblo y se rebeló contra David, además de acostarse con las mujeres de su padre, lo que obligó a David a salir huyendo y desencadenando la muerte deshonrosa de Absalón, a lo que David reacciona queriéndose morir en lugar suyo y encontrando consuelo en Dios (2 Samuel 15; 16).
Y tal vez, a los ojos de muchos, David merecía cada una de las consecuencias que vinieron después de esto, y si, pero lo más importante es que, si bien falló, se arrepintió y buscó la aprobación de Dios, y no la de los hombres. Más allá de ser el segundo rey de Israel, David fue la evidencia de como Dios puede actuar en la vida de una persona que se rinde a Él. Su vida no fue color de rosa, no fue un hombre perfecto, es decir, que pecó y falló muchas veces, no obstante, David era firme con Dios, realmente a pesar de que estaba en los ojos de todo el pueblo, la única opinión que le importaba era la de Jehová.
Por lo tanto, si te has sentido olvidado o el más pequeño de tu casa, debes saber que el Señor no se ha olvidado de ti, y que Él a su tiempo te honrará. Pero, si por el contrario, sabes que hay algo oculto en tu corazón, que hay un pecado consentido y sientes que no puedes ser libre de esto, confiesalo delante de Dios, arrepientete y si es posible pide ayuda, de tus padres, de tus pastores, para las ovejitas de Avivamiento, también estaría la opción de consejería, pues recuerda que como dice 1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.