A la edad de 14 años, llegó Jenny Skinner al Avivamiento donde experimentó el verdadero amor de Dios y aunque se sentía en el olvido, el Señor resucitó sus sueños dándole privilegios en el servicio que para ella eran imposibles.
En el 2011 Jenny se acercó al Centro mundial de Avivamiento, pues se sentía desprotegida y con aridez en su corazón que le despertaron un desespero en busca a una respuesta que ella sabía solo podía encontrar en Dios, pues de niña había sido enseñada por su abuela en la palabra.
“Dios siempre estuvo presente, él me marcó como papá, uno de mamá ama sus hijos, pero Él está en primer lugar y lo es todo para mí”, sostuvo skinner con voz entrecortada. Con esa semilla en su corazón, Jenny comenzó a florecer en el Centro Mundial de Avivamiento, allí sintió el maravilloso amor de Jesús, quien le atrajo con lazos de amor, diciéndole cosas bonitas.
Así fue creciendo en conocimiento, sabiduría y con ellos los sueños por servirle como músico, habilidad que poseía desde niña interpretando el instrumento el fagot; pero para ella era un imposible, pues no era conocida en la iglesia donde se reúnen más 30 mil personas cada fin de semana y ella estaba en anonimato.
El señor le hablaba y le prometía que ella le serviría en la orquesta de Avivamiento y cada año aprovechaba para presentar sus peticiones en el parque Simón Bolívar, pero él sueño más anhelado no llegaba. Los años pasaban y nada ocurría, ella por su parte seguía aferrada a las promesas de que Dios abriría una nueva oportunidad y que otra vez abriría caminos en el desierto y ríos en la soledad. (Isaías 43:18-19)
¿Pero cómo lo podría hacer Dios?, no ver nada en medio de un desierto oscuro, se hace en ocasiones interminable, pero ella solo ponía su mirada en Él.
Pasaron 10 años y Dios trajo su nombre a memoria, alguien que le conocía cercano a los pastores la recomendó y comenzó la mejor aventura de su vida, servirle con ese amor desbordante que tenía represado por tanto tiempo fue una entrega sin igual.
De manera confidencial Jenny nos reveló que llevaba cinco años sin tocar ese instrumento, pero Dios le dio la afinación, sabiduría, el sonido, y muchas más cosas que un músico requiere para estar ahí y que ella había perdido; pues había renunciado a su carrera musical con tal de no trabajar en el mundo secular, donde se vive un ambiente pesado contrario a sus creencias.
Jenny al igual que Mefiboset, fue llevada a la casa del rey para sentarse en su mesa y deleitarse con lo mejor, en este Avivamiento donde cada fin de semana se ven maravillas que no pueden ser contradichas, prodigios, señales que dan evidencia de que el Jesús de la biblia, recorre cada rincón de la iglesia trayendo vida y esperanza a un pueblo necesitado.