¿Alguna vez te ha pasado que le pides algo a Dios, y Él no responde como tú deseas?

No eres la única persona a la que las respuestas de Dios, en alguna etapa de la vida, parecen carecer de sentido. Antes de seguir adelante debes saber que el amor de Dios por ti es tan grande y enorme, que no se puede calcular. Su amor por ti es profundo y sorprendente, y debes recordar que Él siempre se deleita haciendo misericordia y dándonos mucho más de lo que pedimos o esperamos. (Miqueas 7:18, Efesios 3:20)

Pero también debes saber que en algunas ocasiones no vamos a entender por qué suceden muchas cosas a nuestro alrededor. Hace unos días pasamos por uno de los momentos más difíciles en nuestras vidas.

Todos en nuestra casa estábamos felices y emocionados por mi cuarto embarazo, la expectativa era enorme, pero un día normal, durante una ecografía de rutina, el doctor nos informó que el corazón del bebé no estaba latiendo con normalidad, ya te imaginarás lo que sentimos en ese instante. Al día siguiente un horrible dolor en mi vientre, acompañado de un fuerte sangrado vino sobre mí.

Si tú has pasado por un momento de intensa angustia, sabes cómo es la batalla en la mente por confiar que todo estará bien. En una de esas noches de gran temor por el futuro de mi bebé, Dios me dio un sueño sobrenatural, en el que escuchaba una y otra vez el coro de una de las canciones del Avivamiento:

Siento las fuertes pisadas, del enemigo, y su plan frente a mí. Yo quiero paz, para mí, paz que sana el corazón, aquella paz, que me deja descansar, esa paz que supera mi entender...

Fue una experiencia sobrenatural, la paz de Dios llenó mi vida y llenos de esa paz fuimos a la siguiente ecografía esperando confirmar que todo estaba bien. El doctor comenzó a hacer el procedimiento, y en ese momento nos dijo que el bebé ya no estaba, no había nada.

Lo primero que pensé en ese momento fue ¿cómo es posible Señor? Me prometiste paz, pero mi bebé no está, no lo entiendo. En ese momento salimos del hospital y junto a mi esposo caminamos durante un buen tiempo orando y dando gracias al Señor, pero en esa oración, yo seguía repitiendo: “Señor, yo pensé que lo ibas a sanar, pensé que lo ibas a guardar.”

Los días siguientes fueron muy difíciles física y emocionalmente, en esos instantes de aflicción, entendí el pasaje de Salmos 94: 17-19

Si no me ayudara Jehová, Pronto moraría mi alma en el silencio. Cuando yo decía: Mi pie resbala, tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba. En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma.

Si quieres saber más, te invito a escuchar este mensaje y a compartirlo con aquellas personas que están pasando por momentos de angustia. No te lo pierdas.