Fue en una mañana de domingo en el Centro Mundial de Avivamiento, ya habiendo comenzado el servicio, muchas personas reflejaban una gran tristeza en sus corazones, se veían inquietas, retraídas, aisladas y desubicadas.
Entonces fue cuando comenzó la prédica y el pastor Ricardo no tardó en traer un mensaje esperanzador a los huérfanos, viudas, personas que sufrieron pérdidas tras la pandemia y que en medio de su soledad estaban experimentando miedo y sensación de abandono.
Se refirió a aquellas viudas que se sentían desprotegidas, a los huérfanos que perdieron su protección paternal, y al desempleado que experimenta una fuerte angustia porque los gastos no paran, diciéndoles que probaran al Dios de Abraham, Isaac y de Jacob.
Para muchos de ellos, su vida era como esa noche oscura y fría donde las olas de la adversidad los lanzaban a un remolino interminable, pero el Señor a través del pastor Ricardo les citó la palabra bíblica.
“Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro” 1 Samuel 2:1-11 y les dijo que eso era lo que Dios iba a hacer con ellos.
El pastor oró para que cesara la tormenta y que el Señor les sacara al otro lado, mientras las ovejitas con todo el corazón se unieron a esta oración para que Dios calmara los vientos.
Luego de recibir esta palabra, muchos se sentían posicionados, valientes y fortalecidos, entregándole a Dios la presión que había sobre sus hombros para no rendirse y permanecer firmes en él; ellos entendieron que viene la mañana de la alegría, un nuevo capítulo donde esas Anas que estaban llorando serían llenas del poder de Dios y ahora tendrían un proveedor, un Dios que les defendería y les haría justicia y ellos dirían “Él es mío, Él cuida de mí”, por un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida”.