Ella entró una mañana de domingo al Centro Mundial de Avivamiento, vestía un traje lila, zapatos bajos y con su lento caminar arrastraba los pies de manera forzada, su cabeza erguida hacia el suelo, denotaban que algo muy fuerte cargaba sobre su vida.
En su mirada se reflejaba el dolor saturado de impotencia, vulnerabilidad; pues tanto ella como sus hermanos habían convivido y compartido un mismo ambiente.
En medio de la unción de milagros el Pastor Ricardo dio una palabra de ciencia, que Dios estaba liberando a una mujer tal como había ocurrido en la época de Jesús, quien llevaba erguida 18 años por el luto.
Se trataba de Flor Marina Parra, ella cuenta que sintió la presencia de Dios y esas cadenas que la apretaban y que le impedían tan solo poderse movilizar fueron destruidas en un instante.
Se veía temerosa de poder testificar, sin embrago la unción la impulsó a contar que estaba siendo liberada.
¡Y no era para menos ya que uno de sus hermanos le había quitado la vida al otro!
En ella había esa tristeza que le había arrebatado las fuerzas por años, esa melancolía profunda que le hacía sentir en el estómago un vacío atravesado, donde el solo hecho de respirar le quitaba el impulso de continuar, “sentía un ahogo, una desilusión que me impedían levantar mi mirada”, sostuvo Flor con lágrimas en sus ojos.
A parte del sufrimiento por la tragedia, ella se sentía intimidada, ¿cómo decirle a la gente que uno de sus hermanos le había quitado la vida al otro?, esa situación la avergonzaba, sentía temor al qué dirían. Ese silencio cruel estaba desmoronando su alma.
La pastora María Patricia oró por ella y en un instante todo fue deshecho, Flor marina lloraba pues esa maldición ya nunca más iba a volver a tocar sus generaciones venideras.
Estaba atónita, Dios se había acordado de ella, fue experimentar como en un segundo se había ido la tristeza, era ver a Dios actuando cambiando un edicto de muerte y luto para convertirlo en alegría; ahora estaba saliendo de la oscuridad que la atormentaba para ver la luz y simultáneamente observar una panorámica que no había observado nunca antes.
Ahora Dios era más que real para ella, entre tantas personas la había mencionado a través de una palabra de ciencia dada por el pastor Ricardo Rodríguez.
Ahora su corazón estallaba de esperanza y fe acompañados de la paz que sobrepasa todo entendimiento. Dios había quitado el peso del luto de sus hombros, como lo había hecho en la época de Jesús registrado en (Lucas 13, 10) que mencionó el pastor Ricardo Rodríguez.