Hace nueve años María Cecilia escuchó acerca del coro que había en el Centro mundial de Avivamiento y tras esta inquietud llegó a la iglesia donde tuvo un encuentro real con Dios.
María Cecilia cuenta que llegó expectante, como cuando una persona se sienta en una silla para esperar que comience una gran presentación, cuando a los pocos minutos comenzó la reunión, vio el coro y le encantó. Continuó allí en su asiento interesada, observando con alegría cómo la gente se entregaba a Dios de corazón sincero; minutos después, salió el pastor Ricardo Rodríguez y ella comenzó a sentir que, junto a él, “caminaba alguien, quien con su presencia le tocaba, haciéndole llorar de amor, alegría, era algo indescriptible, demasiado maravilloso, que solo lo puede entender quien lo vive”, agregó Cecilia.
También indicó que, pese a que se sentía bien, minutos más tarde comenzó a experimentar una lucha interna por salir del lugar sin entender nada, “era como pelear contra grandes enemigos que tienen mucha fuerza y no tienes la claridad de cómo vencerlos, porque te inunda la duda para prevalecer y tienes que vencer para derrotar esos impulsos”.
Su amiga le animaba a quedarse, cuando de repente se le acercó un ujier y le dijo que en ese momento había una gran lucha por su vida, que librara la batalla y no se saliera, porque Dios tenía grandes planes para ella.
Finalmente, el tormento desapareció y María Cecilia fue inundada por una gran paz que le animó a continuar asistiendo a todas las reuniones de viernes y domingos.
El estar en este lugar le inundaba de felicidad; sin embargo, Cecilia escuchaba cuando el Pastor Ricardo Rodríguez hablaba acerca del Espíritu Santo, pero ella no le conocía, fue así como tomó la decisión de hablarle y contarle acerca de sus dudas y preocupaciones; y él no tardó en contestarle a través de su palabra, de manera audible, para guiarle en todas las áreas de su vida.
Cecilia venía de una vida triste, donde desde muy pequeña vio caer a su mamá en una crisis asmática, que le llevó casi a la muerte; a pesar de su corta edad, ella se arrodilló y abrazando un zapato le clamaba a Dios que no le quitara a su mamá; Dios le escuchó, pues, aunque médicamente ya habían decretado su descenso, la señora volvió a la vida, para quedarse con sus hijitas 15 años más.
Cumplido este tiempo y siendo Cecilia una adolescente, su mamá parte; situación que le indujo a cometer errores como casarse muy joven para llenar ese vacío y es ahí cuando comienzan una serie de problemas que le llevan finalmente al divorcio y destrucción.
Fue en ese período de su vida, cuando una curiosidad por conocer un ministerio de Avivamiento al que ella imaginaba como los coros de harlem góspel, le trajo a este lugar donde todos los fines de semana se evidencias prodigios y maravillas en miles de vidas.
Actualmente sirve en el ministerio de logística y es plenamente feliz.