Aunque yo venía siguiendo al Espíritu Santo desde 1989 y había visto cómo actuaba, todavía estaba ciego, casi totalmente ciego a una realidad espiritual que está disponible para todos. En 1992, y de manera providencial, conocí el ministerio de Kathryn Kuhlman y me impactó profundamente un video que me mostraron en Estados Unidos y el Señor estaba interesado en que la conociéramos.

Sin yo saberlo, el Espíritu Santo le había hablado en sueños a Patty y le dijo: «Consigue los libros de Kathryn Kuhlman y léelos porque les voy dar un ministerio como el de ella». Kathryn había muerto veinte años atrás y en las librerías de mi país no quedaba nada de material acerca de ella, pero Dios se encargó de hacernos llegar los tres libros más importantes de su autoría:  Hija del destino, Yo creo en milagros  y  Él puede y quiere hacerlo de nuevo.  Estos fueron el detonante definitivo, después de leerlos, mejor dicho, de devorarlos, mis ojos fueron abiertos, mi espíritu estalló delante de Él. En un solo instante todo cobró vida. Las fichas del rompecabezas comenzaban a encajar de una manera perfecta pues descubrí que yo podía conocer personalmente al Espíritu Santo.

La larga espera había terminado, aun con estos libros en mis manos, me postré delante de Él y con todo mi corazón, Dios sabe que no había fingimiento alguno ni apariencias ni lindas frases bien elaboradas, sólo mi corazón totalmente derramado, mi alma rendida por entero delante de Él, le dije:

«Espíritu Santo del Señor, anhelo conocerte. Tú lo sabes, sabes que toda mi vida he esperado este maravilloso momento, las experiencias vividas, todos estos libros me dicen que es posible, que también es para mí».

En un segundo, todo mi cuerpo estaba sumergido en su gloria, la habitación se llenó de una luz poderosísima, parecía como si hubiese conectado un reflector gigante. Yo sabía que si abría los ojos, el lugar estaría totalmente iluminado por causa de esa luz.

Voy a contarte un secreto, podrá parecer tonto, pero hice el experimento de comprar un bombillo, el más fuerte que se consigue, cerré los ojos para ver si tan pronto lo encendiera, esa luz se parecería a la que experimenté allí.

Fue algo completamente sobrenatural y santo, el lugar se llenó de Su gloria y el Espíritu Santo le habló a mi espíritu. En ese momento supe que podía conocerlo y hablar con Él como con mi Mejor Amigo.

Pastor Ricardo Rodríguez