En nuestra sociedad el tema del perdón se ve como si fuera un acto de debilidad o sumisión, incluso hay personas que piensan que es una tontería, y que lo mejor que hay que hacer en esos casos es que la persona que ofendió se sienta muy mal.
Entonces viene la venganza, la cual se confunde pensando erróneamente que es “justicia”. El problema de hacer esto es que a la final nos dañamos a nosotros mismos, porque cuando nosotros tomamos justicia por nuestra propia mano, terminamos haciendo un daño peor que el que nos causaron. Por eso en la palabra de Dios dice:
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”.
Romanos 12:19
También está el otro caso de personas que no aceptan la realidad de lo que les sucedió, sino que lo ignoran y creen que hay que seguir la vida libre y se refugian en tendencias modernas o incluso antiguas como amor y paz. O en meditación para relajar toda la tensión que se vivió. Pero esta tampoco es la salida, porque la solución a la ofensa no es ignorarla sino enfrentar la realidad de dicha ofensa y de inmediato perdonarla.
Son muchas posiciones que existen en la actualidad con respecto al perdón, y escuchamos comúnmente afirmaciones como “yo ni perdono ni olvido” pero la verdad absoluta con respeto a esto la encontramos en lo que Dios dice a través de su palabra, verdades que los pastores Juan Sebastián y Ana María Rodríguez compartieron en su programa el pasado miércoles 12 de septiembre, en donde resolvieron preguntas como: ¿Si una persona no está arrepentida igual tendría que perdonarla? ¿Si yo no perdono a alguien, puedo estar afectándome a mí mismo? ¿Existen ofensas imperdonables? ¿Se puede perdonar, pero no olvidar? ¿Qué pasa si no perdono?
“Tienes que tener claro que tú sí tienes la capacidad de perdonar porque Dios te ha perdonado a ti”. (Prs Juan Sebastián y Ana María Rodríguez)
“El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. 2 Corintios 1:4