Una de las enseñanzas que siempre hemos recibido de los pastores Ricardo y María Patricia Rodríguez está enfocada a entender que Dios no tiene nietos, es necesario que cada persona de manera individual acepte a Jesús como su único salvador, no basta con nacer en cuna cristiana, no basta con que los padres sean pastores, pues el único que puede dar un nuevo corazón es el Espíritu Santo, es ese toque divino el que lo transforma todo.
Esta es la historia de los pastores Carlos y Rosalía de Argentina, quienes por 7 años vivieron en carne propia una dura batalla que muchos creyentes y pastores han vivido al ver a sus hijos apartados del camino por el que quizá fueron instruidos toda la vida.
Fueron 7 años en los que lloraron, clamaron e intercedieron sin cesar, pues Diego, su hijo, quien estaba sumergido en el mundo, en las drogas, el alcohol y unido con malas amistades, era una prueba casi segura de alguien que no recibiría la salvación.
Los pastores Carlos y Rosalía no tenían otro sueño que ver a su joven hijo en el redil, involucrado en el ministerio, pero sobre todo con la certeza de salvación y de un nuevo nacimiento genuino. Aferrados a miles de promesas que Dios había enviado sobre ellos, siguieron peleando la batalla por su hijo y de igual manera asistiendo fielmente a cada Congreso Mundial de Avivamiento durante 5 años, ellos simplemente sabían que la unción que fluye en Bogotá, tarde o temprano quebrantaría el yugo que había en Diego.
En el congreso del año anterior, Fuego en mis Huesos, vinieron expectantes y llenos de pasión por la unción. En medio de su clamor y de una reunión reciben una palabra que dieron los Pastores Ricardo y María Patricia Rodríguez, en la que el Señor les entrega la promesa que para el próximo congreso estarían de vuelta en Colombia, pero con su hijo completamente trasformado y renovado.
Aferrados a esta palabra regresaron a su nación y no paso más de un mes para que el sueño más grande de sus corazones se hiciera realidad, ellos vieron cómo durante ese año, Dios, de manera sobrenatural cumplió su promesa, vieron cómo esta unción y esta palabra que recibieron en Bogotá dio fruto de manera inmediata.
Hoy vienen con su hijo y su nuera quienes llenos de pasión, quebranto y gratitud están corriendo por el fuego y a la vez están sedientos por recibir más de esta unción que fluye de Bogotá para el mundo entero.