John empezó a vivir una vida de adulto a una edad muy corta. Su papá no le colaboraba con sus necesidades básicas y trabajó a una edad temprana. El duro camino se empezaba a trazar y cada vez era menos entendible lo que pasaba en su vida.
Mientras fue creciendo, John empezó a rodearse de amistades que no le convenían mucho y abrió su puerta a las drogas. Empezando con ‘pegante’ – como le conocen en la calle – hasta diferentes alucinógenos que seguramente iban a acabar con su vida. Aunque sus papás no eran creyentes y no conocían de Dios siempre sabían y le recordaban que Él tenía el control de todo; pero esa visión de Dios se fue volviendo muy lejana, y al parecer, ese hombre no se ocupaba de sus asuntos porque no estaba ahí cuando lo necesitaba.
Uno de sus primeros trabajos fue en una panadería, en donde aprendió un valioso oficio que lo llevaría al éxito, pero el proceso fue duro. Vivía en la misma ciudad con su padre y parecía que estuviera totalmente incomunicado de él; ni siquiera se hablaban y John pagaba arriendo en una pequeña habitación al sur de la ciudad. Su vida era un caos y no le veía propósito; seguramente iba a caer en las estadísticas de jóvenes drogadictos y sin propósito que se muestran en los diarios.
La esperanza se iba desvaneciendo y su concepción de Dios no era la mejor para ese momento, pero recordó un día las palabras de su madre, quien siempre le decía que había un Dios por ahí. Sorpresivamente un fin de semana lo invitaron a la iglesia, pero no se le pasó por la mente que era Avivamiento; sin embargo aceptó la invitación y su experiencia fue increíble.
Salió un domingo de su casa junto con su mamá, eran las nueve de la mañana y su búsqueda de Dios parecía tener un suave amanecer. Venía con muchas dudas en su mente y no sabía cómo iba a reaccionar apenas estuviera en ese lugar, pero el banquete que Dios tenía preparado era diferente y mucho más allá de lo que su mente pudo haber imaginado. Se dispuso a ingresar a la iglesia y cuando pisó el auditorio lloró de una manera impresionante y no sabía porqué.
“Yo pensé que se me iba a pasar en pocos minutos, pero a lo largo del servicio no podía dejar de hacerlo. Ni siquiera recuerdo bien la predicación del pastor Ricardo, yo solo quería llorar y no podía parar”.
Por primera vez John vio cómo su vida empezaba a ser transformada radicalmente y había varios factores que lo hicieron pensar en tomar decisiones importantes. Por un lado, restaurar la relación con su padre, así que decidió llamarlo y cuando lo hizo sintió la mano de Dios allí…lloró, le pidió perdón y le dijo que a pesar de las situaciones que habían vivido quería restaurar todo. John se involucró en la iglesia de tal modo que empezó a hacer las escuelas de formación para prepararse y servirle al Señor. Su deseo es entrar al coro y sin pensarlo, un día su papá lo llamó y le dijo que le daba el dinero para que pudiera comprar su uniforme. Pronto se asomaba la restauración y restitución de Dios en ese aspecto; John se sentía feliz de que pudiera contar con un padre que en algún momento de su vida fue ausente.
Pero eso no fue todo. John desde pequeño sabía de panadería así que le pidió a Dios un local para vender pan y Dios se lo regaló de una manera sobrenatural; alguien le dijo que le daba 9 millones de pesos para que empezara con el proyecto, pero había una amenaza, el lugar en donde estaba ubicado tenía más panaderías por lo que dificultaba más las ventas. De todos modos él empezó con su panadería y de una manera asombrosa todas las personas empezaron a comprar en su local. Incluso afirma que la dueña de la panadería de al lado se puso brava porque ahora las personas solo le compraban a John, pero él dice que la gracia de Dios mora allí de una manera permanente y a los clientes les sabe mejor el pan de su panadería.
“Produzco solamente panes grandes y algo de galletería pero se venden muy rápido…las personas hacen fila para comprarme”
Dios ha prosperado el negocio de John y Dios vino como restaurador en su vida; dejó las drogas y todo aquello que le hacía mal y ahora vive una vida en la que Jesús es el centro. Entendió que a pesar de todas las adversidades siempre hay un Dios que guía nuestro camino, solo tenemos que saberlo escuchar. Él es nuestro padre y no nos va a abandonar en ninguna circunstancia; además está dispuesto a bendecirnos de una manera impresionante si lo aceptamos en nuestro corazón.