Graciela Rincón conoció el ministerio de los pastores Ricardo y María Patricia Rodríguez a través del canal Uno y seis años después nos mostró un balance de cómo su vida fue transformada.

Una mañana de domingo, pasando canales con su control del televisor, Graciela se encontró con el “canal Uno”, que en ese momento estaba transmitiendo las reuniones de Avivamiento; ella quedó sorprendida al observar miles de personas en un auditorio gigantesco adorando a Dios y recibiendo tanta bendición.

En medio de curiosidad y anhelo por descubrir qué era lo que había en este lugar, Graciela decidió acercarse a los 8 días a la iglesia, tomó su transporte público, el cual la dejó lejos, pero ella no se dio por vencida y preguntado muchas veces llegó al auditorio ubicado en la carrera 68 No 13-80, en Bogotá.

Como experiencia particular Graciela sintió una alegría indescriptible que no encuentra palabras para expresar, esa que la vida le había robado por años, pues llevaba un vacío en su interior que nada ni nadie había podido suplir.

Aquella mañana de domingo le entregó su vida al Señor, Jesús vino a morar en ella y le transformó totalmente. A partir de ahí comenzó a experimentar una paz apacible, que con tan solo respirar se anclaba en lo más profundo de su interior y una llenura de alegría por quererle contar a miles de personas que Dios era real y que le amaba.

Graciela había llegado con problemas financieros, tenía muchas deudas y estaba reportada en la central de riegos por malas decisiones en su pasado; ella había aprendido que un voto en el altar rompía cadenas de ruina, así es que anhelaba llevar su ofrenda, pero no tenía dinero para hacerlo; así es que un día se encontró veinte mil pesos en el piso y supo que esa era la semilla que Dios le estaba entregando para ganar su batalla.

Entre risas y con voz temblorosa, Graciela contó que al poco tiempo fue a la central de riesgos para solicitar un reporte de una deuda que ella tenía hacía varios años por haber servido de fiadora y allí le informaron que ya no estaba reportada, alguien le había pagado su deuda.

“Sentí ganas de llorar, gritar de alegría, Dios me había hecho libre, ya no tenía que pagar 15 millones de pesos, aparte ni siquiera tenía trabajo”, agregó.

Como si fuera poco, días después se le abrió una puerta de trabajo y de ahí ocho oportunidades más para estar en distintas oficinas simultáneamente.

El señor siguió obrando en ella, pues le permitió vender su casa en 700 millones de pesos, ha sido muy bendecida y está agradecida con el Señor, por haberla puesto en el mejor sitio del mundo, junto a los pastores Ricardo y María Patricia Rodríguez, de quienes ha aprendido cómo amar a Dios por sobre todas las cosas y sobre todo a imitar el ejemplo de buscarle con todo su corazón.

Por último, Graciela Rincón afirmó que ella anhela servirle al Señor hasta el último día de su vida en este poderoso Avivamiento, donde se encontró con ese arquitecto que no solo la diseñó, sino que también la compró a gran precio y es el Señor que se mueve en este lugar.