A través de nuestros pastores Ricardo y Ma. Patricia Rodríguez, recibimos la siguiente palabra consignada en Mateo 5:38*“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.*

La ley cuando fue entregada en la antigüedad en el monte de Dios a Moisés para el pueblo, tenía un estándar muy alto; un nivel más alto que todas las naciones que vivían en aquel entonces, porque no solamente trataban de esas leyes que muchos tenían, sino que también hablaban de cosas que estaban en el corazón. Pero en el Nuevo Testamento, cuando Jesús vino a esta tierra, desafió a su pueblo a un nivel más alto, MUCHO más alto: “Amad a vuestros enemigos, orad por los que os aborrecen”.

Hay razones espirituales por las que Dios entregó esta clase de mandamientos, y esa razón es nuestro provecho, para nuestra protección, y uno de esos estándares altos puestos por el Señor es el PERDÓN. No es fácil hoy en día entender esa palabra y sobre todo no es fácil vivir en esa dimensión, pero es un arma que Satanás no sabe cómo destruir.

Científicamente los médicos han comprobado que la falta de perdón hace que el cuerpo sufra, porque nuestras emociones liberan hormonas que pueden generar o activar enfermedades en nuestro cuerpo como: hipertensión, enfermedades cardiovasculares, enfermedades en el sistema inmunológico, depresión, entre otros.

Espiritualmente hay consecuencias cuando no perdonamos:

  • Empezamos a perder territorio que habíamos ganado.
  • Empezamos a detener las bendiciones que Dios tiene para nuestras vidas.
  • Empezamos a consentir raíces de amargura que al final van a destruir nuestro corazón y nuestro cuerpo.

Por eso es que el Señor nos dice: “*Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. *Cuando tú haces eso, rompes el poder de Satanás y la bendición para ti será muy grande, contra eso Satanás no sabe qué hacer.

Nosotros podemos recibir esa ofensa, somatizarla en nuestro cuerpo hasta que se convierta en una enfermedad, o podemos tomar esa ofensa y con esa misma ofensa convertirla en una poderosa arma en las manos del Señor Jesucristo.

El Apóstol Pablo lo dice de esta manera: *“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. *Es decir, cuando nos ofenden y nosotros actuamos conforme a lo que Dios nos ordena, el Señor nos da una unción para consolar a los demás.

Hoy Dios quiere decirte: ¡Tienes que sanar tus heridas y perdonar para que tu bendición no se estanque!

Si quieres revivir la reunión completa, hazlo aquí: