Juan David se había convertido en un delincuente a la edad de 13 años, y tuvo que padecer fuertes quebrantamientos antes de su encuentro con Jesús.

David fue un joven que creció solo, pues sus padres no tenían tiempo para él, lo cual le llevó a tocar fondo, pues sin darse cuenta se fue convirtiendo en expendedor de sustancias alucinógenas, las consumía y le gustaba el dinero fácil, por lo que comenzó a hurtar.

Parecía un día normal, y Juan David decidió salir a realizar una diligencia, maquinando que, de paso, aprovecharía para robar a alguien, así que vio una señora hablando por celular, y sin pensarlo se lanzó hacia ella, robándole el dispositivo. En ese instante comenzó a correr pero pronto un policía lo alcanzó y apuntándole con un arma, lo detuvo.

Al poco tiempo llegó la dueña del celular, quien en ese momento intentaba realizar la denuncia; minutos después llega su esposo. En este momento Juan David con lágrimas en sus ojos y voz entrecortada le pregunta al equipo periodístico de aviva2 “¿qué creen ustedes que hizo el esposo de esa señora a la que yo acababa de robar? ¿lanzarse y a darme golpes hasta el cansancio?”

Cuenta este joven que el sujeto le preguntó: “¿Te hace falta algo?” David le respondió que en verdad no; el hombre, sin titubear mirándole fijo le dijo: “¿por qué haces esto”? – enseguida respondió a su misma pregunta “esas son las amistades, ¿me prometes que si mi esposa no te denuncia tú vas a recibir a Cristo? Porque vas mal, y vas a terminar mal”. David, por su parte, se comprometió, aunque sus palabras en el momento no fueron sinceras, Dios sí las tomó en serio.

Y aunque en el momento estaba agradecido con Dios por haberle guardado, en su interior él no iba a cambiar, pensaba* “me voy, salgo de este inconveniente, no me vuelven a ver y ya”*; sin embargo, aclara que de Dios no se podía esconder, ni tampoco lo podía engañar.

La señora víctima del robo no lo denunció, pero fue enviado a la** UPJ****(Unidad Permanente de Justicia)**, institución que se ha convertido en una cárcel transitoria para jóvenes, allí recibió un fuerte trato y aquella misma noche lo colgaron desde las 10 y 30 p.m, hasta las 5 am, tiempo que Dios usó para doblegar su carácter, llevarle a un verdadero arrepentimiento y allí en medio de esta humillación, David le dijo a Dios: “Señor, estoy siendo malo y no quiero, así que ayúdame a ser útil a la sociedad”.

Al día siguiente, salió de ese lugar con la firme decisión de buscar un trabajo, y no tardó en conseguirlo, esta fue su primera victoria, pero sin embargo no podía dejar de fumar marihuana y un día cansado de luchar contra él mismo, se arrodilló en su cama y le dijo a Dios desde lo más profundo de su alma: “Si en verdad usted existe, manifiéstese a mi vida, porque se la quiero entregar, **así que haga algo”, sostuvo. Ese día entendió que una correccional no lo pudo cambiar, pero sí el poder de Dios.

El miércoles llegó a trabajar y conoció a un señor llamado Fredy Garzón, a quien le abrió su corazón contándole su vida, fue entonces cuando Fredy mirándole fijo le dijo:* “¿sabes qué? tú no estás aquí para trabajar, ni yo tampoco, porque mi verdadero trabajo es ganar almas para el Señor; en menos de 24 horas te voy a mostrar un Dios vivo que cambia y hace milagros”.*

Estas palabras impactaron profundamente el corazón de David, quien inmediatamente comenzó a sentir la presencia de Dios, su cuerpo quedó inmóvil, era algo hermoso, sostuvo. El espíritu Santo lo comenzó a tocar y él no podía parar de llorar.

David cuenta que no conocía el Avivamiento y John Fredy le trajo, apenas entró en este lugar sintió que el Señor le puso su mano en el hombro y le dijo “Ya te tomé y no te voy a soltar”.

A partir de ahí se convirtió en un hombre radical que ama servirle en esta casa donde su presencia lo cubre todo.